El anuncio de una vacuna rusa contra el cáncer ha despertado expectativas en todo el mundo. El Centro Gamaleya, responsable de la vacuna Sputnik V contra el Covid-19, confirmó que ya recibió autorización para iniciar ensayos clínicos con pacientes diagnosticados.
La noticia se volvió viral rápidamente porque abre la posibilidad de un tratamiento innovador. Sin embargo, los especialistas insisten en que hay que ser cautelosos. Los estudios apenas comenzaron en 2025 y todavía no existe evidencia concluyente de que la vacuna funcione en humanos.
A diferencia de las vacunas preventivas que conocemos, como la del VPH o la hepatitis B, esta propuesta es terapéutica. Su objetivo no es evitar la aparición del cáncer, sino tratar a quienes ya tienen un diagnóstico confirmado. Eso la convierte en un enfoque muy distinto y más complejo.

Una apuesta con base en ARN mensajero
El proyecto ruso utiliza tecnología de ARN mensajero (ARNm), la misma que se popularizó con varias vacunas contra el Covid-19. La diferencia está en que, en este caso, la fórmula busca adaptarse a las características genéticas de cada tumor.
La idea es que cada paciente pueda recibir un tratamiento diseñado específicamente para su enfermedad. En teoría, se trata de un paso hacia la llamada medicina de precisión, que promete resultados más efectivos porque no aplica un mismo esquema para todos.
Sin embargo, de la teoría a la práctica hay un largo camino. Por ahora, la vacuna solo está autorizada para ensayos clínicos en Rusia y no cuenta con registro en ningún otro país. México, por ejemplo, ni siquiera tiene trámites abiertos ante la Cofepris para evaluar esta propuesta.
Resultados preliminares de vacuna rusa en animales
Los primeros resultados publicados por el Centro Gamaleya corresponden a pruebas preclínicas en animales. Según los datos, cerca del 80% de los roedores tratados mostró reducción tumoral. En algunos casos, incluso se logró la desaparición de metástasis, sobre todo en melanoma.
Aunque esto suena alentador, los expertos recuerdan que los resultados en animales no garantizan eficacia en humanos. Es común que tratamientos prometedores en laboratorio no funcionen en la práctica clínica. Por eso, la comunidad científica internacional mantiene un enfoque de prudencia.
Además, hasta ahora no existen publicaciones revisadas por pares que validen estos hallazgos. Sin ese respaldo académico, lo presentado solo puede considerarse como resultados internos del centro ruso. La falta de transparencia científica genera dudas y obliga a esperar con cautela.
Los ensayos clínicos actuales se concentran en melanoma y tumores sólidos difíciles de tratar, como pulmón, páncreas y riñón. En cambio, no se tienen datos sobre su potencial en cáncer de mama o colorrectal, que son de los más frecuentes a nivel mundial.
Costos y la realidad en México
Otro aspecto que genera debate es el costo. En Rusia, el tratamiento se estima en 3,000 dólares por dosis. El gobierno ruso ha anunciado que cubrirá el gasto para sus ciudadanos, lo que permitiría un acceso más equitativo dentro del país.
El panorama en otras naciones es distinto. Para México, la llegada de la vacuna rusa depende de varios factores: acuerdos internacionales, regulaciones locales y, sobre todo, la confirmación de que realmente funciona en humanos. Hoy por hoy, nada de eso está en marcha.
Conviene recordar que el cáncer es una de las principales causas de muerte en México. Tan solo en 2022, más de 89,000 personas fallecieron por esta enfermedad. Frente a cifras tan duras, es comprensible que cualquier anuncio despierte interés. No obstante, el acceso a terapias innovadoras suele ser complicado y costoso.
Por eso, aunque la vacuna rusa genera ilusión, hablar de su aplicación en México todavía es un escenario hipotético. La distancia entre el anuncio y la realidad clínica puede ser larga.
La OMS pide cautela
La Organización Mundial de la Salud no se ha pronunciado de forma oficial sobre esta vacuna. Esto es normal, ya que su política es esperar evidencia clínica sólida antes de emitir cualquier recomendación.
Actualmente, la OMS solo reconoce como vacunas relacionadas con cáncer aquellas que previenen tumores asociados a virus. Es decir, la del VPH, que reduce el riesgo de cáncer cervicouterino, y la de la hepatitis B, que disminuye la probabilidad de cáncer hepático.
El proyecto ruso es diferente porque busca tratar el cáncer una vez que ya existe. Se trata de un reto mayor que hasta ahora ninguna vacuna ha conseguido resolver. Por eso, la comunidad médica internacional insiste en que no hay que generar expectativas desmedidas hasta tener pruebas clínicas contundentes.
Un avance que genera esperanza
A pesar de las dudas y la falta de datos concluyentes, el anuncio tiene un lado positivo. Representa un avance en la búsqueda de terapias más personalizadas y menos invasivas para los pacientes.
La combinación de biotecnología y medicina de precisión puede abrir nuevas puertas en la lucha contra una enfermedad que afecta a millones en el mundo. Si bien aún estamos en la fase de ensayos clínicos, la investigación marca una ruta que podría dar frutos en el mediano o largo plazo.
En resumen, la vacuna rusa contra el cáncer es, por ahora, una promesa. Un proyecto que despierta esperanza pero también exige paciencia y rigor científico. Habrá que esperar los resultados de los ensayos en humanos para saber si estamos frente a un verdadero avance o solo ante otra ilusión pasajera.
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